En el siglo XX

En el siglo XX el espectáculo sufre muchos cambios en sus modalidades y el circo criollo debe adaptarse a ellos. Familias y compañías como la de los hermanos Podestá dejan la fatiga de la vida trashumante para volcarse a los escenarios de los teatros a la italiana, que otorgan mayor prestigio y posibilidades económicas. Así comienza en 1901 la “década de oro” del teatro argentino, ya que los artistas circenses aportan todos sus conocimientos al teatro. El centro de las grandes ciudades se reserva para los teatros mientras en el interior siguen haciendo sus giras las carpas circenses.
En este siglo nacen y se desarrollan medios que obligan a nuevas adaptaciones, estos medios son el cine, la radio y la televisión.
Sin embargo el circo sigue siendo un centro de atracción de los artistas populares más famosos, en el comienzo payadores, cantores, guitarreros, pero más tarde también lo hacen famosos cantantes de tango como Gardel, y bailarines de tango o folklore.[1]
En su libro, Seibel cita a García Velloso, quien dice: “yo vuelvo, con una ternura infinita, mis ojos hacia el circo criollo que fue la cuna gloriosa donde nació para triunfar la dramática rioplatense. Debía haber sido el circo el continente teatral argentino único. Buscamos, sin embargo, briosamente el perfeccionamiento de nuestro arte escénico en la asimilación de las formas europeas seculares. Si no hubiéramos abominado inconsultamente del circo, si no hubiéramos anhelado la magnificación de nuestras obras cambiando los dos sitios de atracción, la pista y el tabladito por el proscenio tradicional, hoy tendríamos las formas de representaciones dramáticas más originales del mundo.”
Cuando comienza el apogeo del radioteatro, muchos artistas circenses se cambian de rubro. El radioteatro adopta los grandes éxitos del circo y al mismo tiempo los circos toman para su repertorio los grandes éxitos del radioteatro en su versión teatral.
En la década de los 60, los circos criollos sufren grandes dificultades económicas, y en 19678, los radioteatro dejan de emitirse, porque comienzan a privilegiarse las grabaciones y se suprimen los programas en vivo. Esto lleva a los artistas a tener que sufrir una readaptación en las modalidades vigentes, el cine, la televisión, el teatro y hoy suman las discotecas, los centros de compras y las fiestas callejeras.[2]

En 1980 la Secretaría de Cultura de la Nación instituye el Premio Pepino 88 mediante el cual se premia a las figuras más destacadas de la actividad teatral y a pesar de su nombre no se entregan premios para artistas de la actividad circense. Por su parte estos artistas realizan anualmente un espectáculo para recordar viejas épocas en Buenos Aires bajo el lema “Otra vez unidos”. Otra de sus iniciativas es el Festival de Circo Argentino, donde se entregan los premios Argentony a los mejores artistas de cada compañía y el Gran Premio Pista de Plata  a la mejor de todas. También se entregan menciones especiales para artistas retirados, por su trayectoria o méritos especiales. En 1991 la Asociación Argentina de Actores instituye el Premio Podestá como una forma de homenaje a la familia.

En 1990 los hermanos Videla fundan en Buenos Aires la Escuela de Circo Criollo, que despierta un gran interés y una necesidad  de transmitir los conocimientos como forma de preservarlos.[3]

“El Circo sigue viviendo, irradia su creatividad hacia todas las vertientes del espectáculo y se adapta a los nuevos tiempos.” (Seibel, 2005, 94).





[1] Seibel, Beatriz, Historia del Circo, Buenos Aires: Del Sol, 2005.
[2] Ídem.
[3] Ídem.

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